domingo, 14 de septiembre de 2008

El hombre vive solo para aprender.

Ser hombre de conocimiento no es un fin, es un proceso. Uno no es nunca en realidad un hombre de conocimiento. Más bien, uno se hace hombre de conocimiento por un instante muy corto.

Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es obscuro; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.

Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se comienza a tener miedo. Cada paso del aprendizaje es un problema y el miedo empieza a crecer sin misericordia, sin ceder.

Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el miedo! Un enemigo terrible: traicionero y enredado. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.

No hay nada malo en tener miedo. Cuando uno teme, ve las cosas en forma distinta.

Al hombre que corre por miedo nada le pasa, sólo que jamás aprenderá. Nunca llegará a ser hombre de conocimiento. Llegará a ser un hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias de saber.

La respuesta para superar el miedo es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora. Ocurre poco a poco, y sin embargo el miedo se conquista rápido y de repente.
Carlos Castaneda Enseñanzas de Don Juan

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